Empecemos primero con algo
muy básico, la calidad del aceite empieza en el campo, las condiciones del
cultivo, la aceituna y el proceso que se realiza en la almazara para
extraer el producto.
Cuando las aceitunas están sanas y en perfectas
condiciones se extrae el aceite el mismo día de su recolección mediante procedimientos
mecánicos, sin la intervención de químicos. Así es como se consigue un zumo
puro sin que ningún aroma o sabor que pueda distorsionar las cualidades de un
excelente Aceite de Oliva Virgen Extra.
Los índices de calidad de
estos aceites son tan altos que una pequeña pérdida de la misma significa que
el producto se clasifique “sólo” como virgen. Una pérdida mayor da como
resultado aceites de oliva lampantes, que no son aptos para el consumo humano y
que por obligación deben refinarse.
¿Y
en qué se diferencia un virgen de un
virgen extra?
Ambos son extraídos por
procedimientos mecánicos, así que son producto del autentico zumo de las
aceitunas. La diferencia entre uno y otro está en el grado de acidez y la
puntuación que se obtiene en el análisis sensorial.
Si a un aceite se le detecta
algún olor o sabor a humedad, avinado o rancio, se comercializa como un aceite
de oliva virgen. No es fácil para cualquier persona identificar un aceite de
esta calidad por lo cual para muchas marcas es muy sencillo poner en sus
etiquetas “virgen extra” sin serlo.
¿Y
cuando la botella sólo dice aceite de oliva?
Este aceite es producto de
aceitunas que resultaron dañadas, hubo problemas en la elaboración y que por su
calidad deben ser refinados para que sean aptos para el consumo humano. Este es
el producto que más se comercializa en las tiendas.
Después de hablar de todas las bondades que tienen los aceites de
Oliva Virgen Extra ¿Por qué no elegir un producto de la mayor calidad?